martes, 11 de octubre de 2016

Sororamente solas | Huelga de éxitos


Estoy rodeada de éxito. Mis contactos en redes sociales – en su mayoría activistas feministas- también parecen estarlo. Parimos proyectos, publicamos, damos a conocer nuestras nuevas aventuras, hablamos de trabajo, de creatividad, de cursos, de nuevas metodologías, de sororidad, de blogs… Me incluyo. Por supuesto… Joder… ¡qué bien le va a la gente y qué bien me va a mí! ¡Cada plato que sale de mi cocina es una celebración y un akelarre que todo el mundo debería recibir como una iniciativa subversiva, ¡por supuesto! Porque yo todo lo que hago lo hago con perspectiva. Tengo la perspectiva de género metida en el coño. Me sale, así… Desde la espontaneidad… 

Es broma.

Aunque creo que como feministas podríamos ocuparnos más a menudo de romper paredes y de mostrar qué hay detrás de nuestros logros, qué hay detrás de las apariencias, qué hay detrás de nuestras vidas y, en definitiva, arriesgaros a hablar de las partes oscuras y dolorosas que nadie quiere mostrar para desmantelar esa imagen de éxito y sin conflictos internos y externos… Aunque creo que la barrita que separa los términos binomios es la pared que hay que derribar. Aunque crea que esa labor forma parte también de la lucha contra el ideal heteropatriarcal y falso de sociedad que pretende hacernos ver que todo está bien… Aunque realmente creo en esto, no se da. Más bien lo contrario: la ausencia de expresión pública de nuestro dolor, trabas, situaciones económicas en nuestros muros y conversaciones públicas, a mí particularmente me ha hecho sentirme sola y estúpida cuando expongo lo “verdaderamente personal”: aquello que me agobia y me duele. Como como decía Despentes- no es cierto, ni siquiera creo que exista esa imagen de ascendente personal que proyectamos.

Imagen de Pawel Kuczynski


Hace una semanas, muy dolida con el mundo porque soy asquerosamente sensible y todo me afecta… acudí a una amiga para derramar mi rabia y mis ganas de desaparecer. Ella me dijo algo bonito: “a mí me pasa que cuando te leo, se me quita la soledad”. Hablábamos precisamente de escribir sobre nuestras mierdas. De exponerlas… Volví a caer en la palabra “referente” y en lo importante que es para nosotres y ya no en el sentido tradicional que le damos: referentes de personas que tienen éxito al hacer lo que le gusta o que simplemente siguen su camino con mayor o menor autenticidad. Referentes de personas que nos marcan caminos diferentes a los andados. Esos también pero no esos. En esta ocasión, la palabra me resultaba tremendamente importante desde otro punto de vista: referentes para sentirnos acompañadas en nuestras mierdas, para abrazarnos desde la lejanía, para no sentirnos tan raras ni nos den ganas de –a veces- desaparecer. Referentes de dolores y de lágrimas y de pobreza… Importantes referentes para no sentirnos más bichas raras. Para que no nos sintamos tan sororamente solas. Para decir "oye mira, también le pasa a ella. Vamos a unirnos".

Yo, que tengo 33 años y estoy actualmente desempleada y buscando el camino para dejar de sentirme culpable y disfrutar de ello. Que he enfermado últimamente de estrés y siento el cansancio en cada parte de mi cuerpo, que no sé lo que es no vivir en la precariedad y la inestabilidad o sin llevar doscientas iniciativas a la vez, que he sufrido
en los últimos dos meses dos ataques de agorafobia, que estoy cansada de engañarme con el “trabaja y llegarás”,… me siento una farsante cuando cualquier persona recibe o puede llegar a recibir de mí, en un momento puntual y determinado,  una imagen de éxito convencional que NO es cierta

Esta reflexión que he estado sufriendo y rumiando en estos días y que me incitan a replantear mis palabras hacia al exterior, me llevan a una conclusión: si estoy rodeada de activismo online feminista, ¿por qué lo que leo no me quita la soledad? ¿Hay posibilidades de construir otros éxitos y de que los vivamos como tal exponiendo también las sombras de la vida? ¿Existen realmente proyectos que no tengan sus partes dolorosas y jodidas? Y, si sabemos perfectamente que no es así, ¿por qué sólo mostramos la parte plana y suave de nuestras iniciativas? ¿Somos como ese anuncio de ama de casa de los 40 pero no tan bien peinadas? Me da miedo pensar que nada de esto lo pongamos en cuestión cuando, de una forma u otra, nos sentimos reconocidas por nuestro entorno, aunque la brecha salarial que padecemos nos coloque en una terrible situación de desigualdad o aunque sepamos que no estamos ganando mucho o aunque nos demos cuenta de que estamos más cansadas de lo que deberíamos. ¿Por qué insistimos en la historia del éxito único? ¿Por qué sólo vemos la explotación en las otras? ¿Por que insistimos en la historia única del éxito? ¿Por qué no ponemos en cuestión no sólo los contenidos y sino las formas de expresarnos que también tienen mucho de patriarcado?

Imagen de Pawel Kuczynski


Merecemos referentes de éxito basados en la cantidad de angustias que tenemos y en tener un entorno activista para poder compartirlo. Necesito esos referentes. Acariciarlos, aplaudirlos, sentirlos cerca sin mentiras, con su poquito de dolor, con su sufrimiento, sus alegrías… Sin esa imagen falsa de línea ascendente que nunca se rompe, que sube y sube… y no termina… “En un mundo descomunal, siento mi fragilidad…” y la tuya. Quiero sentirla… me rompo… necesito sentirla para seguir en esta lucha de gigantes. Quiero leerte y que se me quite la soledad.





 * Curiosamente tras escribir esto, leo un artículo de Dolores Juliano en Pikara Magazine donde dice “Un éxito: llevar a la discusión pública temas que suelen mantenerse más o menos ocultos”. Amo a Juliano…

** Quiero añadir que no se me pasa el hecho de que hemos sido tan denostadas socialmente, que celebramos con mucho más entusiasmo nuestras éxitos y las compañeras también lo hacen. Pero considero muy importante en este punto porque realmente creo que visibilizar una cosas y silenciar otras ofrece unos imaginarios públicos que pueden generar mucho dolor en el futuro y puede acabar volviéndose en nuestra contra.


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