miércoles, 5 de agosto de 2015

Demasiado adiós

Una vez escuché que "crecer es aprender a decir adiós". Supongo que eso tiene algo que ver con la necesidad de aceptar y soltar. El caso es que ha llegado un momento en mi vida en el que me doy cuenta de que estoy diciendo adiós muchas veces y de manera muy seguida. 

También por una cuestión de edad, dices adiós a quienes ya se hacen mayores y aceptas; incluso te adelantas al sentimiento cuando algo puede pasarles. "Es ley de vida", te dices; y sigues aceptando. Así, te visualizas viviendo sin esa persona. ¿Cómo será mañana? Y te imaginas viviendo tu vida desde otros esquemas [desconocidos], desde otras miradas pero consciente de que -aunque en estos casos concretos aprendamos a decir adiós- interiormente sentimos que hay piezas del puzzle que nos faltan y que aceptamos -de nuevo- pero que nos seguirán faltando. 

También oí, una vez, que cuando una de las personas más cercanas de tu vida fallece es como si te quitaran una parte del cuerpo. Suele ocurrir con aquellas personas que ya estaban ahí en el momento en que empezaste a tener consciencia. 

Luego hay otros adioses de los que sabemos que tarde o temprano nos recuperaremos. Son adioses que nos posibilitan cambiar y ser mejores, que nos invitan a superarnos, a mantenernos en pie y hacernos más fuertes. Adioses que sabemos que, si no se produjeran, detendrían nuestro "progreso", nuestro estatus espiritual a un nivel superior; ya que, sin ellos, no podríamos avanzar. En este caso, este adiós esconde un "hola" hacia otra parte. No es ley de vida como la muerte pero es un adiós "elegido". 



Y, por último, están esos adioses de espacio. Personas que no desaparecen ni se van de tu vida pero que jamás volverán a estar donde solían hacerlo, en los lugares donde compartisteis la experiencia. Son relaciones que se tejen en un espacio creativo concreto, durante un tiempo y una circunstancia determinada. Seguramente os volveréis a encontrar en un café o en una charla, pero nunca jamás en aquella rutina al que el adiós dijo adiós. 

Este último adiós siempre me ha resultado complicado describirlo y es el que ha estado más presente en los últimos tiempos. Se trata de un adiós demasiado consciente y circunstancial. Se trata de un adiós que, en la situación actual de pobreza espiritual en la que nos encontramos y en la que las diferentes "empresas" se encuentran, se ha convertido en demasiado habitual, demasiado recurrente. Es un adiós que te hace cerrar ciclos a trompicones. Jamás volverá a repetirse ese momento, esa rutina, ese día a día cuando una persona "decide" abandonar "el espacio" conjunto de creación. O cuando otrxs deciden que "debe abandonar "la casa" atendiendo a razones económicas ya irracionales, ya insostenibles. No son "ley de vida". Son ritmos mezquinos que se construyen sin miramientos, sin medida.

Hay momentos en la vida, como estos en lo que vivimos, en los que asumes demasiado adiós. A veces ocurre tan rápido que tienes que gritarle a la vida:

"¡Acepto! Pero déjame tener corazón. Párate por un segundo. Déjame llorar este adiós". 

Pero la vida sigue y hacen que siga. Hacen que nada pueda detenerla. Y tú te sientes débil y estúpida por no ser esa persona que avanza sin contemplaciones, que acepta sin contemplaciones, que accede a la deshumanización de la maquinaria sin contemplaciones. Estúpida por no querer aceptar sin detenerse un segundo a llorar el adiós. 

Así que, escribiendo esto, he querido burlar al mundo haciendo parón. Me he tomado la libertad de detenerlo. No quería continuar avanzando hacia otros adioses. No me apetecía agarrarme a los ritmos absurdos de adioses que nos impone desde el afuera este capitalimo agresivo de inestabilidades y miserias. No me apetece acumular este ritmo de adioses no sostenibles. 

Necesito poder acostumbrarme a sus caras, necesito poder tomarles afecto, necesito aprenderme sus nombres y conocer sus vidas, necesito sentir que somos un equipo. 


Necesito saber que se quedan.  



* A quienes se fueron y a quienes se irán. A quienes tuvieron que irse porque aquí no había nada que ofrecerles. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario